Hermano Henri Vergès, FMS
Todo en él parece que tiende a la limpieza de corazón y
la sencillez.
Nace el 15 de julio de 1930 en los Pirineos Orientales,
Francia. A los 12 años comienza su itinerario hacia la vida marista. A los 22
años pronuncia los votos perpetuos como pequeño hermanito de María. De 1958 al
1966 ejerce como vice-maestro de novicios.
Llega en Argelia el 6 de agosto de 1969. En este país su
vida conoce tres etapas:
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De 1969 a 1976, como director de la escuela Saint
Bonaventure, en Argel.
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De 1976 a 1988, como profesor de matemáticas en
Sour-El-Gouzlane.
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A partir de 1988 trabaja en Argel, como responsable de la biblioteca
diocesana, frecuentada por más de mil jóvenes del barrio popular de la Casbah.
Muere asesinado en su oficina, el 8 de mayo de 1994, al
comenzar la tarde, junto a la hermana Paul-Hélène de las Pequeñas Hermanas de
la Asunción.
En su funeral, el jueves 12 de mayo, en la fiesta de la
Ascensión, el Cardenal Duval declara: “Nuestro
querido hermano Henri Vergès ha sido un testimonio auténtico de amor de Cristo,
de la abnegación total de la Iglesia y de la fidelidad al pueblo de
Argelia”.
Henri resume así su experiencia vivida en la casa del
Islam: “Es mi compromiso marista que me
ha permitido, a pesar de mis límites, de inserirme con armonía en el ambiente
musulmán, y mi vida en este ambiente, a su vez, me ha realizado profundamente
como cristiano y como marista. Alabado sea Dios”.
En 1986, escribe: “Dejar
que la Paz de Cristo me invada cada vez más en lo más íntimo de mi ser.
Paciencia, dulzura hacia mi mismo, paciencia, y dulzura hacia todos. En
particular hacia los jóvenes que el Señor me confía. Virgen Maria, haz de mi un
instrumento de paz para el mundo”.
“Paciencia,
perseverancia calmada y tranquila. Como el sembrador que confía su grano de
trigo a la tierra y deja al tiempo de Dios que cumpla su obra. Actitud esencial
para un educador: cuanto más yo no conozco el ritmo de desarrollo de cada uno
de estos jóvenes. Dios, simplemente me ha enviado a sembrar el grano en este
campo elegido por Él: sembrar, pues, en la paz y dejar a Él el cuidado del
crecimiento. Sin maravillarnos de la presencia de la cruz, como en la vida del
mismo Jesús”.
Los hermanos maristas.
Una familia sin
fronteras :
En medio del mundo, en el
corazón de la Iglesia
4500 hermanos de todos los continentes, presentes en 76 países, trabajando
como educadores cristianos de los niños y jóvenes para hacer de ellos hombres y
discípulos de Cristo. Una familia religiosa que abre su espiritualidad, su
carisma y su misión a todos los cristianos que quieren vivir y colaborar con
los hermanos.
Guiados por los principios pedagógicos
de Marcelino
Champagnat :
para educar hay que amar.
Para educar hay que formar al hombre entero: al ciudadano y al cristiano.
Para educar hay que vivir con los jóvenes.
Para educar hay que actuar con la ternura paternal y maternal de Dios.
Para educar hay que inspirarse en María, madre y educadora de Jesús.
Para educar hay que tener el corazón abierto a los niños y jóvenes con
dificultades.
Guiados por la espiritualidad
de Marcelino Champagnat.
Vamos hacia los jóvenes porque nos sentimos también nosotros amados por
Jesús.
Vamos hacia los jóvenes con la mirada dirigida hacia María, la Buena
Madre : « Nuestra acción apostólica es una participación de su
maternidad espiritual » (Const. 84).
Nuestro lema es: « Todo a Jesús
por María ; todo a María para Jesús ».
Con la ambición de Marcelino: « Todas las diócesis del mundo entran en
nuestras miras ».
San Marcelino Champagnat
(1789-1840),
Fundador de los hermanos maristas, es
un verdadero padre para ellos,
un corazón sin fronteras,
un hombre de fe y de acción,
un educador nato y un formador de educadores,
un hombre de relaciones y de comunión,
un hombre de Dios y un apóstol de María,
un hombre humilde, sencillo, discreto y alegre.
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