La Iglesia de
Argelia
Este opúsculo presenta a un grupo de 19 mártires de la
Iglesia de Argelia. Eran siervos apasionados de la Iglesia, de Argelia y de su
pueblo, donde habían tejido muchas amistades. Humildes y bondadosos, el Señor
irradiaba de sus corazones, de sus vidas, de su silencio. Testimoniaban una fe
limpia, la fe de aquellos que preparaban en la oración el espacio para el
diálogo.
Ellos son un icono bellísimo de la Iglesia de Argelia:
pequeña, compuesta solo de unos pocos millares de fieles, dispersos en cuatro
diócesis: Argel, Orán, Laghouat y Constantina-Hipona. Iglesia que vive en la
pobreza porqué, habiendo perdido toda su potencia social y su fasto, vive de
amor y de servicio. Así purificada y sin ambiciones, puede ser un punto de
partida para el diálogo con el Islam. La pequeña Iglesia de Argelia es
consciente de vivir una misión profética, la de crear para mañana el clima de
diálogo más tranquilo entre la fe cristiana y la fe musulmana, con la certeza
que todos somos hijos de Dios, obra de sus manos, y que los hijos acabarán por
reconocerse como hermanos.
Para la gran mayoría musulmana de los algerinos, la
Iglesia de Argelia significa el otro, un credo distinto, que permite hacer
consciente la propia identidad y la propia fe: la presencia del otro crea la
ocasión para el respeto del hombre.
La Iglesia de Argelia no olvida que es heredera de San
Agustín, San Cipriano, de Tertuliano; todos hombres luminosos que han preparado
tiempos de cambio.
El profetismo de la pequeña Iglesia de Argelia iluminará
la historia que se presenta en el horizonte. No por nada sus mártires han
muerto con un gran número de hermanos musulmanes. Juntos, interceden para que nuestra
humanidad sea más acogedora, más tolerante, más humana y sepa, en su
diversidad, dar siempre gloria a Dios.
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